21 de agosto de 2008

La Espina Nº 2




Editorial

Todo relato, todo cuento, contiene y trasmite cultura. Incluso los más inocentes promueven y refuerzan una forma de ser, estar y actuar, aquí y ahora.
Hay cuentos que pasan de generación en generación, algunas veces inmutables, otras veces con adaptaciones.
Pero hay cuentos que nunca son leídos. Relatos que están ausentes, se construyen en silencio. No son cuentos de hadas ni cuentos chinos. Ni su final es feliz, ni su desarrollo, el deseado por cualquiera de nosotros para sí mismo, o para sus seres queridos. Quizá por eso están guardados. Relatan otra realidad, más explícita que cualquiera de las relatadas en papel plastificado, y desesperan por ser leídos. Sólo así será posible el diálogo, imprescindible para cualquier transformación democrática.
A través de una mirada introspectiva, en esta Espina, los jóvenes privados de su libertad reflexionan sobre la complejidad de su historia e intentan visualizar una forma de transformar el presente. Si bien esta transformación no depende solamente de su voluntad, creemos que su valor radica en la búsqueda. Por este motivo te invitamos a participar como lector, de las historias de los que hoy miran desde adentro.

Área de Comunicación

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Taller de fotografía/Dibujando el efecto de la cámara oscura












Para el hijo que va a nacer

El autor de esta narración, Juan, tiene 16 años y acaba de ser padre por primera vez. Cuando la escribía, su futura hija estaba aún en la panza de su madre.

Para mi hijo, quiero que tenga un futuro mejor que el mío. Quiero que salga adelante sin drogas y sin robar, es decir, quiero que crezca y que tenga un “laburo” decente como todos.
Yo no quiero que mi hijo se críe en un ambiente como el que me crié yo. Donde yo nací, en Acosta y Lara, es un barrio con mucha droga, robos y pobreza.
Nuestros padres armaron con sacrificio casas de bloques y nosotros les respondimos de una mala manera, y capaz que fue porque ellos “laburaban” todo el día y los “pibes” nos íbamos juntando y de a poco nos “enganchamos”. Cuando salía de mi casa veía mucha violencia en las esquinas.
Yo a mi hijo quiero brindarle mucho cariño como el que me dieron a mi y no supe valorar y aprovechar.
Mi hijo va a ser algo muy grande para mi, va a marcar mi vida y me va a hacer cambiar. Para mi es la alegría más grande que voy a tener en mi vida, junto a la mujer que amo. Por una parte me pongo y estoy muy contento, pero por la otra, me “bajoneo” porque estoy acá adentro y mucho no puedo hacer. Yo sé que no le va a faltar nada, pero igual me pongo triste porque estoy alejado de ellos.
Cada semana en la visita veo crecer la pancita, pero me gustaría estar al lado todos los días.
Yo me veo otro como padre, y me imagino una persona diferente, sin drogas, ni robos, “laburando” para estar al lado de mi mujer y mi hijo.
Estar acá encerrado no es vida para mi, ni para mi madre, padre, hermanos, ni mi mujer. Ellos tienen que venir todos los fines de semana a visitarme, y es un largo camino. Es plata que se va en los “paquetes”, que son las cosas que me traen para la semana, más en el caso de mi familia, que somos dos hermanos en el Ser y dos en el Comcar.
Bueno eso es todo lo que tengo para contar por ahora. Aún me quedan dos años, y dos meses para salir de acá….

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El silencio por las noches

Cuando los “pibes” ya no piden nada, se acuestan a dormir y el Hogar queda en silencio, mi cabeza empieza a dar vueltas. Ya no hay chistes ni conversaciones, y ahí me pongo a pensar. Cuando mi compañero se duerme, todas las noches pienso en lo que hice y siento culpa. Me arrepiento de no pensar y pagar estas consecuencias. Siento que el tiempo acá adentro es tiempo perdido. El silencio me pone triste, me “bajonea”. De día soy uno y de noche soy otro. Las voces del día te distraen, y el silencio de la noche trae soledad. No hay nadie que te escuche ni a quien escuchar. En esos ratos, pienso en lo que podría hacer cuando salga, estar un buen rato con mi madre, ir al baile, pasear por el barrio. Lo que no hice en cinco meses hacerlo en una semana.
Lo malo es que tengo que alejarme de gente que quiero pero no me hace bien. El problema es que están en el barrio, y si no voy yo, vienen ellos. Veo muy difícil hacerlo, pero me gustaría conocer otra gente, porque con los que roban o se drogan, yo sé que “me prendo”.
Quiero vivir una vida legal, para no estar más preso ni hacerle mal a mi familia.

Martín
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El adentro y el afuera.
Trabajo realizado por Diego, Paolo y Martín

Lo que piensa la gente de afuera de Colonia Berro de los que estamos internados es negativo. Creen que somos delincuentes, pero además drogadictos, locos, que somos “pichis”, agresivos, asesinos, desubicados. “Hablan pestes”, creen que somos salvajes, que sólo destruimos. También desconfían de vos cuando decís que querés cambiar, se ríen, te toman el pelo: ¿Qué vas a trabajar? Te preguntan y se ríen.
En realidad, nosotros creemos que somos personas como todas, que estamos pagando por algo que hicimos, pero eso no nos hace delincuentes para toda la vida, ni para todas las cosas.
Esa imagen no sólo la tienen cuando estás acá adentro, porque en tu propio barrio a veces la gente te hace sentir que sos de otro lado.
Es verdad que tenemos cambios de ánimo, creemos que más desde que estamos encerrados. Sabemos destruir pero también hacemos cosas buenas, que construyen.
Con la gente que nos discrimina, también discriminamos, a veces también “borramos” al otro antes de conocerlo.
Sufrimos cuando nos “bajoneamos”, pensamos en nuestras familias, como todos los demás. Pero aparte, sufrimos por otras cosas porque estamos encerrados, y no nos gusta el ruido de los candados cuando cierran la pieza.
Dependemos de otros para hacer lo que queremos: ir al baño, pedir el termo y el mate, ir al patio, prender un tabaco, bañarnos.
Sentimos rabia por lo que pasa afuera y no podemos hacer nada. A veces no sabemos con quien descargarnos y lo hacemos con un compañero. También a veces nos sentimos solos aunque estemos acompañados, pensando en los que están afuera, en cómo estarán pasando.
Es verdad, hay algo que hicimos que estamos pagando, pero no somos “pichis” ni psiquiátricos, y podemos elegir lo que queremos hacer con
nosotros.
Les contamos esto para que entiendan que no somos sólo como piensan ustedes, que a nadie le gusta estar encerrado.

Martín
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EL SUEÑO DEL PIBE

Un día más en aquel barrio marginado. Aún sigue el joven en aquella casa de cartón y madera, sigue con su sueño de cambiar de barrio y de casa. Él desea ver a su familia en una mejor situación económica.
El joven llamado Ale viajaba por todo Montevideo, ese era su mejor entretenimiento. Sus padres se habían separado. Él sólo tenía quince años pero era el mayor de los hermanos, y vivían con su madre llamada Zulma. Él se sentía el hombre de la casa. Uno de sus sueños era bajar de un auto de lujo, de traje y corbata. Dijo que para él, eso, nunca iba a ser imposible. Juró que lo iba a lograr.
Al pasar el tiempo llegaron el invierno, las lluvias fuertes, los temporales y el frío intenso. Todo eso, aquella casita de cartón y madera no lo iba a poder soportar. Había mucha pobreza ya que en su casa no entraba mucho dinero, apenas unos pesos que su madre traía de unas limpiezas que hacía, y “a gatas” sacaban para comer.
El joven ya estaba cansado de la vida que llevaba pero de su madre estaba orgulloso, ya que por ellos hacía hasta lo imposible y él pensó que ahora le tocaba lucharla a él. Lo lamentable es que escogió el camino incorrecto para afrontar la vida. Él robó por su familia. Habló con unos pibes que andaban robando y siempre tenían dinero. Dijo el joven Ale: “Con dinero voy a sacar a mi familia del pozo”. Preguntó a aquellos pibes: “¿Qué tengo que robar para hacer mucho dinero?, ¿Qué es lo que necesito?”, y los pibes


le contestaron: “Necesitás un revólver”. Lo que los pibes le dijeron sobre tener un arma, al joven Ale no le asustó ya
que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por su familia, y él le dijo a aquellos pibes: “¿Cómo hago para tener un revólver?” y los jóvenes le dijeron: “Tenés que conseguir dinero para comprarlo”. Él ya sabía cómo conseguir el dinero y arrebató una cartera. Así fue como el joven Ale se fue involucrando donde la delincuencia reinaba y el dinero fácil sobraba. Un día llegó a su casa con una buena suma de dinero. La madre estaba sorprendida pero asustada a la vez, porque, ¿de dónde podría haber sacado ese dinero su hijo? El joven Ale le dijo a su madre: “Robé por todos nosotros”. La madre se sentó a hablar con él y le dijo: “Hijo, jurame que nunca más vas a hacer lo que hiciste. ¿Qué es esto? ¿En qué te has convertido?”. Él contestó: “Madre, tuve que hacerlo, no podía verlos a vos y a mis hermanos en esa situación”. Y su madre le dijo: “No, no hijo. Ésa no es la manera”. Y su hijo contestó: “Yo lo sé, madre, pero te juro que ésta es la última vez que hago esto”.
El joven Ale con ese dinero quería cumplir uno de sus sueños pero no sabía que en vez de eso, habría una pesadilla para su vida…

-Continuará en la próxima Espina. Darío es el autor de este cuento y aún se encuentra internado en el Hogar Ser-

Ojala su creatividad pueda servirle para lograr ese “sueño del pibe” que cada día alimenta sus cuentos, canciones, poemas.

Taller de Expresión Plástica

Taller de Expresión Plástica

Docentes: Estella Vidal-Miguel Núñez
El taller de plástica se viene realizando hace 4 años y medio en los Hogares Ituzaingó y Cerrito de la Colonia Dr. Berro, desarrollándose una vez por semana, 4 horas en cada Hogar.

La expresión plástica es la herramienta para que los jóvenes privados de libertad:
Recuperen y afirmen su identidad
Se expresen pacíficamente
Se relacionen grupalmente desde un lugar de aprendizaje
Descubran el gusto y generen el hábito del hacer
Desarrollen la creación y la creatividad positivamente
Vivencien la oportunidad de crear de manera material y concreta productos sensibles.

"El nacimiento a partir de nuestras manos de un objeto real que ahora existe en el mundo es la tarea más antigua y natural del hombre y es de los logros más constructivos a favor de la vida y su evolución. La experiencia en los talleres nos dice que los productos terminados son satisfactorios estética y afectivamente, sumando inmediatamente a los jóvenes una experiencia de comunicación íntima, social, inteligente y felíz", dicen los talleristas.

Los talleres mantienen un trabajo permanente en dos grandes áreas o disciplinas:
Modelado en barro
Dibujo y pintura

Proyectos Culturales/2008